El resultado fue que los dos grupos que practicaron ejercicio durante su tratamiento con quimioterapia mostraban con menor frecuencia varios de los efectos secundarios anteriormente expuestos. Este resultado era más pronunciado entre las pacientes que realizaron el programa de ejercicio "moderadamente intenso", frente a las que siguieron el de intensidad baja. Además, menos mujeres de ese primer grupo necesitaron de un ajuste en su dosis de quimioterapia: Un 12% de estas pacientes requirieron tal medida, frente al 34% de casos en los que sí fue necesario dentro del grupo que no siguió ningún programa de ejercicio.
En palabras de Antonio Llombart, jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Arnau de Vilanova de Valencia, esta publicación "reafirma la importancia de la actividad física desde el momento del diagnóstico, porque ésta permite una menor pérdida de calidad de vida durante el tratamiento".
Este experto en cáncer de mama explicó, en el diario “El Mundo”, que, tal y como pone de manifiesto el presente estudio, "la actividad física ayuda a mejorar la tolerancia a los tratamientos". Pero Llombart va más allá, y recuerda que hay estudios previos que hablan de que "las mujeres que mantenían su actividad laboral durante el tratamiento lo llevaban mejor que las que se cogían la baja". Incluso, apunta, que el deporte podría actuar como método de prevención: "Una publicación estadounidense demostró que, en las mujeres que habían tenido cáncer de mama, el ejercicio físico redujo entre un 6% y un 7% las posibilidades de recaer en la enfermedad, y esto es muchísimo".
No obstante, la quimioterapia es un proceso que puede llegar a ser realmente extenuante. Es por esto que quizás muchos se cuestionen si es verdaderamente posible hacer ejercicio tras recibir una sesión. En opinión de Llombart, esto dependerá del nivel de actividad física que realizara la mujer antes de caer enferma: "Es evidente que a una paciente que nunca haya hecho ejercicio le va a costar más trabajo. La actividad tiene que ser adaptada y debe de haber una cierta supervisión, bien por parte de un fisioterapeuta o de un entrenador personal".
La actividad física recomendada durante este tratamiento para "una mujer normal, sin actividad física específica previa al tratamiento, sería caminar entre cuatro y cinco días a la semana unos 40 minutos, a buen ritmo. Esto es 100 pasos por minuto", señala el médico. Si la mujer ya hacía ejercicio, lo ideal sería "intentar mantenerlo, y cuando esto no sea posible, ajustarlo a las necesidades".
Hay que tener en cuenta que, durante la quimioterapia, no todos los días son iguales. Las primeras tres jornadas posteriores a una sesión son siempre más difíciles: "En esos días, el ejercicio tiene que ser más moderado, pero por lo menos hay que intentar no quedarse en la cama", apunta Llombart.
Tampoco hay que despreciar otro de los importantes beneficios que tiene, en todos los casos, el deporte: Afecta positivamente al estado de ánimo. El especialista afirma que “realizar actividad física significa que la paciente está saliendo de casa, y esto, desde el punto de vista anímico, es muy importante. Si se queda en casa, no hará más que pensar en su enfermedad y en todas sus consecuencias".
En definitiva, estudios como éste están llevando a un cambio de paradigma, según Llombart: “La filosofía de antes era que la paciente con cáncer de mama tenía que cuidarse y no hacer mucha actividad. Esto es algo que tenemos que empezar a cambiar".
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